INCOMODIDAD

En la primaria usaba cuadernos Rivadavia de 100 hojas y aunque en realidad nunca las conté, siempre tuve la sospecha de que no eran 100 exactamente. Cuestión que con semejante tomo entre mis manos y mi prohibición materna de arrancar hojas, porque eso no se hace y hay que ser lo suficientemente buena como para no necesitar arrancarlas, con suerte llegaba a terminar dos cuadernos por año. Lo cual hacía que todo fuera aburrido y tedioso, el cuaderno interminable te obligaba a convivir con un dibujo medio fiero, o una nota no tan perfecta que aunque no la vieras a diario sabías que estaba ahí entre alguna de las hojas.

Ahhhhh pero cuando miraba y veía que quedaba poquito para terminarlo me agarraba una ansiedad, un deseo obsesivo por llegar a la última hoja, siempre pedía dejarlo ahí, con dos o tres hojitas sin usar y, arrancar ya el nuevo!. Nunca me dejaron, siempre tuve que llenar hasta el último renglón... peeeeeero, AY!!! La sensación de empezar el cuaderno nuevo me impulsaba a darlo todo para terminar el viejo, me encantaba pensar en el forro que iba a usar, en la caratula que me iba a dibujar mi abuela Irma, porque ella dibujaba y pintaba más hermoso que la Sara key, mi abuela era tremenda artista, pero ella no lo sabía, aunque esa es otra historia. Para mí, comenzar un nuevo cuaderno era un ritual precioso y lo añoraba profundamente a lo largo del año, quizas, porque no era cotidiano y para que sucediera tenía que pasar tiempo y con el tiempo días y con los días aprendizajes... así como la vida misma....


Mi deseo de hoy es que nadie nos obligue a terminar el cuaderno viejo, que podamos empezar el nuevo cuando queramos, cuando podamos... la incomodidad es un puente, no el camino.

Mi deseo de hoy es que todos los días tengan olorcito a cuaderno nuevo, a papel de forrar contac y dibujos tan lindos como los que hacía mi abuela Irma.


Pd: date el amor que das.

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